Pluma de un ala

Wednesday, March 15, 2006

La fuente

Realmente nada tenía mucha importancia esa noche. Nada había tenido mucha importancia en los últimos meses…
Acababa de terminar uno de esos libros de aventuras. Pensé que me gustaría ser un héroe, sobretodo por la recompensa que siempre reciben al final. El pensamiento se convirtió casi instantáneamente en una necesidad. Metido en mi cama decidí que simplemente lo que necesitaba era un reto. Me asomé por la ventana y observé cuidadosamente mi jardín, descuidado y salvaje, con todas esas plantas hostiles luchando por crecer más que las otras y robarse la luz. Parecía un lugar indicado para una prueba difícil. Así que comencé, como la mayoría de los héroes, con un viaje. El viaje desde mi recámara hasta el jardín. Lo más difícil fue cruzar el umbral de la puerta que había estado cerrada tanto tiempo, pero me armé de valor y caminé y caminé hasta que encontré, pasando por la cocina y su colección de amenazadores cuchillos, la puerta del jardín.
Del pasto ya no quedaba más que el recuerdo, porque todas las plantas lo habían privado de su porción de luz. Caminé con los pies descalzos sobre la tierra seca, que seguramente nunca había experimentado la humillación de ser pisada de esta manera. Durante dos larguísimos minutos de marcha penosa, terminé de recorrer todo el terreno.
Cuando alcancé la barda del fondo, aparté unas hojas de no sé que planta y encontré, en el lugar en el que la había puesto muchos años antes, la manguera. Decidí que convertirme en una fuente humana sería un bonito reto. Con la túnica blanca que usaba para dormir, me vería bastante escultural. Sí, estaba decidido. Sacrificaría una noche de mi vida para convertirme en fuente y poder refrescar y revivir así a mis plantas, antiguamente civilizadas, que habían sido empujadas al salvajismo y a los sufrimientos del ayuno y el abandono. Abrí la llave y jalé la manguera con todas mis fuerzas hasta el centro del jardín. Me hinqué sobre una rodilla y estiré la otra pierna hacia el frente para que la posición fuera más artística, después de todo, iba a convertirme en una fuente. Recargué una mano en un ficus que se erguía orgulloso sobre las espinas de unos rosales y estiré el otro brazo en diagonal hacia arriba, sosteniendo con fuerza la manguera.
La luna estaba asomándose por encima de la barda del lado derecho cuando todo comenzó. Pensé que no sería demasiado difícil, y así fue, en efecto, durante los primeros cinco minutos. El problema empezó en el minuto seis, cuando empecé a sentir que la tierra empezaba a convertirse en lodo. Se puso realmente desagradable y fría. El talón del pie izquierdo, que mantenía estirado hacia el frente, empezó a hundirse lentamente, al igual que mi rodilla derecha. Yo solo esperaba que no me tragara por completo el suelo. Pero no podía hacer nada, las fuentes son de piedra.
La luna ya se había separado de la barda cuando empezaron a explorarme las hormigas. Las vi subiendo por mi pierna, trepando por mi brazo y paseando por mi nariz. El cosquilleo iba bajo sus patas como zapatos. Yo no me movía, con el pie izquierdo totalmente sumergido en viscoso lodo negro. Luego vinieron un par de moscas a intentar arrastrarme a la locura con su canto, como las sirenas en la odisea. Y yo no tenía a nadie que me ayudara a quedarme quieto. Los grillos me marearon con sus himnos al insomnio, que seguí escuchando mucho tiempo después de que terminaran de cantarlos.
La luna estaba sobre mi cabeza cuando la manguera colgando de mi brazo se volvió muy pesada. El agua no terminaba de salir, con su ruido insistente de cascada. Yo solo pensaba en las plantas que debían estar muy agradecidas porque por fin podían beber hasta hartarse, y así logré sostener la mano en alto. La mano recargada en el ficus ya tenía impresas todas las líneas de la corteza, y un par de espinas de rosa habían rodeado mi brazo, amenazándome con hacerme sangrar si me movía un solo centímetro.
Pasaron las horas y yo ya sentía un gran respeto por las fuentes, y me empezaba a preguntar las razones que me habían llevado a lanzarme en una misión tan disparatada. Pensaba en mi vida, en todo lo que me había obligado a ser como era, en todo lo que me había llevado a vivir este momento de prueba, en el que estaba a punto de fracasar. No podía darme por vencido.
Cuando la luna empezó a acercarse al lado izquierdo yo ya no sentía mi cuerpo, que se había abandonado al dolor infinito de cada una de sus partes. También ignoraba los cosquilleos de los insectos y del lodo. Lo único que sentía era a una de las moscas que se metía una y otra vez en mi oído y el hilillo de viento helado que empezó a recorrerme la espalda entrando por la nuca. Todo yo empecé a temblar y mis ojos empezaron a nublarse.
Finalmente empezó a aparecer del lado derecho un poco de luz rosa, y la luna se escondió de ella lentamente entre la hiedra que cubría la barda izquierda. Yo era realmente una roca decidida a permanecer así hasta que el último pedazo de cuerno de luna dejara de asomarse. Faltaba muy poco. Si no resistía todo el esfuerzo que había hecho habría sido en vano. Esta era una misión muy importante, como todas las demás misiones humanas. La luz se volvió más amarilla. Lo único en lo que pensaba era en el agua. Estaba hundido en la tierra hasta la altura de la cintura.
La luna desapareció y el sol fue el que estuvo ahí a tiempo para despedirse de mí. Había rebasado los límites d mi fuerza, pero había salido victorioso. Sabía que no podría salir solo del charco en el que estaba hundido. Solté la manguera y el ficus. Mi brazo quedó rasguñado por las rosas al separarlo y sangraba casi tanto como mis manos, que antes de reventar se habían quedado moradas. Yo no me parecía nada al hombre que había sido la mañana anterior. Había aprendido muchas cosas en el curso de mis meditaciones, mis obstáculos superados me habían hecho más fuerte, y mi experiencia en general me elevaba sobre todos los demás, que nunca iban a entender como yo lo que significaba convertirse en una fuente. Era un héroe. Un hombre nuevo. Las plantas verdeaban agradecidas sobre mi cabeza, las flores se abrían, los pajarillos se bañaban en mi charco… hasta las moscas habían dejado de torturarme. El día me sonreía con su cielo azul y su mañana fresca, la hora más fría se había ido. Cerré los ojos y morí.

¡Pero si solo iba a ser una noche de sacrificio! Bueno, eso les pasa a veces a los héroes… ¡Pero si fue un acto bastante suicida! Bueno, eso les pasa a veces a los héroes…

2 Comments:

  • At 11:37 PM, Blogger Nicolás Martínez said…

    ¡Pero si sólo es una fuente!
    Bueno, eso les pasa a veces a los genios...

     
  • At 9:41 AM, Blogger pispiration said…

    Toda empresa es valiente y admirable si se realiza con determinación. El personaje cumplió su cometido, alcanzando la acción máxima del héroe: morir por sus convicciones, por más peculiares que sean. El cuento me encantó, muy bonito. La idea de las estatuas y la noche me recordó "Los niños de la lluvia", una película de caricaturas francesa. Gracias por invitarme al blog, seré lector frecuente.

     

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