Pluma de un ala

Thursday, March 30, 2006

La grabadora de olores

Cuando llegamos a verlo, el doctor, que por cierto no tiene nombre, abrió la puerta con su cabello revuelto contrastando con una vestimenta impecable y blanca. Olía a limpio y aburrido. Cuando le dijimos la razón de nuestra visita, sustituyó su sonrisa forzada por una sincera que arrastró emocionado hasta el mueble de los cajones interminables. Le dije que habíamos estado platicando, yo con la cabeza en las rodillas de él, en el estado más pacífico y feliz que es posible alcanzar, cuando me di cuenta de ese maravilloso olor a seres extremadamente armónicos que desprendían nuestros cuerpos. Además estaba mezclado con el olor particular de cada uno, unificándonos en ese momento. Descubrí que si uno de los dos se moría, nunca más íbamos a poder volver a sentir eso que nos hace tan felices y me parecía horrible la idea de que ese olor nunca volviera a impregnar el aire sobre la faz de la tierra. Con mucho cuidado sacó un par de esferitas de cristal conectadas por un tubo del mismo material. De una de ellas salía una manguera que conectó a su minúscula computadora rarísima y sofisticada, y ya no supe más.
Nos borró la memoria para que no recordáramos el procedimiento, pero nos imprimió el olor en un par de anillos de plástico con material imborrable. No se gasta cuando pasa el tiempo. Lo malo es que ahora me confundo cuando lo traigo puesto, porque no puedo oler bien todas las otras sensaciones de los distintos momentos, ni reconocer bien las cosas y a las personas. Tampoco puedo deshacerme de ése porque se ha vuelto como una droga.
Supongo que los mecanismos de memoria del cuerpo son mucho más inteligentes…

1 Comments:

Post a Comment

<< Home