Pluma de un ala

Tuesday, September 26, 2006

La llamada nocturna

El teléfono sonó tres veces. María, acostada en la alfombra de su recámara, no se inmutó.
Se escuchó un par de veces más. No tenía ganas de hablar, pero decidió contestar si sonaba siete veces. Eso sí parecía una prueba de que de verdad el que llamaba necesitaba ser escuchado.

El teléfono volvió a sonar. Supuso que esta vez sería la última, como en la mayoría de los casos, no muy frecuentes, en los que alguien marcaba su número, y suspiró abrazando su almohada.

Sonó de nuevo. Se levantó tan rápido que tiró todo lo que estaba acomodado en la mesita, incluyendo el teléfono, que parecía hecho de un material escurridizo entre sus manos. Logró alcanzarlo torpemente, marcando un par de botones antes de dar con el indicado. La idea del silencio le parecía ahora insoportable. ¿Habrían colgado? No escuchó ninguna voz al otro lado. No quería decir la primera palabra. Esperó un poco el tono que le hubiera indicado que la conversación no iba realizarse nunca, pero no se escuchaba nada.

Finalmente decidió colgar, aunque no le parecía la mejor idea. Le sudaban las manos al ritmo de la duda que la atormentaba. ¿Quién podía llamar y esperar siete tonos a esas horas de la madrugada?

Antes de colgar alcanzó a escuchar un sonido. Volvió a pegarse el aparato en la oreja y escuchó una voz suplicante. Parecía un hombre joven y estaba muy asustado.

Lo único que salió de boca de María mientras intentaba comprender lo que le decían fue un sí bastante inseguro. Terminó por darse cuenta de que aquel era un idioma que nunca había escuchado. El hombre hablaba y hablaba, muy agitado, hasta contagiarla a ella, que intentaba explicarle su ignorancia del idioma de distintas maneras. Era tanta la ansiedad de ambos que hablaban al mismo tiempo, y finalmente, cuando sus voces estaban más apretadas entre sí, los dos se callaron.

Este mutuo acuerdo pareció calmarlos. Ella empezó a hablar suavemente después de un rato. Su tono era tranquilizador, e intentaba descubrir la identidad del interlocutor. Él habló en el mismo tono, suave como una caricia, pero en su idioma incomprensible. Después de varias de estas expresiones repetidas, María empezó a intercalar suspiros entre sus frases lentas, y él le habló en un tono que sonaba dulce y persuasivo. Intercambiaban frase por frase, como si se entendieran en el idioma de la simple intención que hay en los cambios de la voz. Poco a poco las frases se hicieron más cortas… Ahora las hacían juntos, cada quién aportando una palabra o una sílaba. A ella se le olvidó todo lo que la rodeaba, como si su entorno estuviera compuesto por la voz del extraño, que seguía hablándole. Su tono se volvió suplicante y el de él condescendiente. A todo lo que ella pedía, el le respondía con el sonido perfecto. Era una conexión impresionante de voces, parecida al pacto silencioso que hay entre los instrumentos de una orquesta mientras cantan acoplados. Siguieron hablando así, aunque cada vez con menos palabras y más suspiros. Ella alimentó sin darse cuenta a su imaginación de tal manera que no pudo resistirlo más, y dio un grito, entre emocionado y sorprendido, que se unió al de él en el mismo momento. Quedó inmóvil, acostada en el suelo.

El silencio que siguió, parecía abrazarla. Se sentía hechizada y tranquila. No le importaba lo ilógico o estúpido de su intercambio de ruidos y frases. Sólo giraban en su pensamiento las imágenes de algo que nunca había pasado en el mundo tangible. Ahora todo era demasiado hermoso como para preocuparse.

De pronto se escuchó la voz al otro lado del teléfono susurrando rápidamente algo que sonaba, para desilusión de María, como una despedida. Un murmullo lejano de varias voces enojadas empezó a escucharse. Antes de que ella pudiera decir algo, los susurros fueron interrumpidos por un grito de dolor y dos golpes.

Ya habían pasado varios minutos y el tono de fin de llamada le martilleaba el oído, pero no se resignaba a soltar el teléfono. Algo horrible podría haberle pasado a él. Se llenó de miedo y nerviosismo. Colgó el teléfono y estuvo esperando, por si volvía a llamar, con la vista fija y retorciéndose las manos. Pero nada volvió a romper el silencio solitario de su casa.

Pasó tanto tiempo que la situación se hizo borrosa e inverosímil. Incluso le pareció estúpida.

Era muy tarde para estar despierta. Se metió en la cama y soñó, con los ojos húmedos sin darse cuenta, con un extranjero al que mataban mientras hablaba por teléfono.

Al sueño se sumó el recuerdo, y más tarde, al despertar, María no pudo distinguirlos…

4 Comments:

  • At 2:56 AM, Blogger Nicolás Martínez said…

    Era yo Mariana...
    ¡daaaaaaahhhh!

    gg...

    Wow princesa, ya lo sabes...

     
  • At 1:28 PM, Blogger Unknown said…

    Un escritor pone de manera especial ciertas cosas que pueden pasar en la vida de alguien.
    De manera genial lograste cautivarme con tu narracion al grado de querer saber ¿qué pasa después?, y cuando llegas a este punto, creo que ya se te debe llamar escritora.
    Ojala un día te dse una vuelta por alguno de mis blogs, y me des tu opinión acerca de lo que escribo.

    Saludos y sigue escribiendo, yo seguire leendo desde mi oscuro rincon.

     
  • At 9:36 PM, Blogger Nicolás Martínez said…

    Te sobrepasas de perfecta...

     
  • At 9:41 PM, Blogger Nicolás Martínez said…

    Eres hermosa

     

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